Mi madre tuvo
un aborto natural, y siempre recodaba a ese hermano, que no llegó a nacer,
sería el séptimo hijo. Ella nunca pensó que únicamente era una célula viva, ni
que si se hubiera desarrollado hubiera sido otra boca que alimentar.
Fue otro hijo
que no llegó a salir de su seno.
Las mamás
generosas que traen hijos al mundo no piensan que tienen algo dentro que es
suyo y que tienen derecho a hacer lo que les plazca con ello.
Distinguen lo que sí es suyo: un brazo, el
pulmón, las piernas y con lo que sí pueden hacer lo que quieran, de lo que es
otro ser, otra persona que provisionalmente están en un lugar de acogida por
nueve meses, al que no han pedido permiso para existir pero que ya tiene todas
las características en sus células de un ser humano.
El feto está
allí, solo es cuestión de tiempo. Podríamos aplicar el aforismo: in dubio
pro feto.
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