Nos asusta el silencio, encontrarnos a solas con nosotros mismos.
Parece preciso el ruido para vivir. Incluso ante la maravilla de la naturaleza, cuándo deberíamos permanecer extasiados ante una puesta de sol, al contemplar cada hoja de un árbol centenario o las olas del mar embravecido sorprende ver como algunos necesitan de unos auriculares de los que se oyen, incluso sin desearlo, ruidos estridentes y algo que denominan música máquina. ¿Por qué despreciamos lo sencillo, lo que tenemos más asequible, las maravillas que nos rodean? Quizá en ocasiones no sabemos valorar la genialidad que supone lo ordinario hasta que nos falta.
Hola Pilar.
ResponderEliminarLeí tu artículo el otro día en el 20 minutos. Me gustó, y he decidido añadirlo en mi blog. Espero que no te importe.
Ten buen domingo.
:)
¡ gracias¡ es un honor
EliminarEs muy humano anteponer la idea de lo "perfecto" sobre lo real. Las ideas se derrumban y el hombre algo angustiado busca nuevos cuadros donde colocar al hermoso sol matutino. Nos da vértigo verlo salir con toda su inminente claridad abrasando el horizonte sin importarle nada nuestras expectativas que preferimos encuadrarlo en las ventanas de nuestros anhelos. Nos da miedo la posibilidad de ser sensibles al aleteo de una mariposa que preferimos la fidelidad del iPod.
ResponderEliminarLa cosmogonía que cada uno ejercita en su ser nos hace ver el significado de lo que vivimos. Mirando las hojas del otoño y las ramas desnudas como la imagen inevitable de nuestro destino y la esperanza oculta en el conocimiento de que la vida florece nuevamente con otras hojas que vistan las ramas de otros veranos. ¡La fidelidad de la vida es tan asombrosa y está grabada en las culturas humanas de todos los tiempos!
ResponderEliminar¡ A por ello¡¡¡¡
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