La
necesidad, que no la virtud, nos obliga a reciclar. Artefactos aparentemente
inútiles y convenientemente rescatados evitan aumentar el ritmo indeseado de un
progresivo deterioro de la naturaleza. Pero y al hombre ¿Quién le recicla? ¿No
funcionamos en ocasiones como bombillas fundidas, como columnas torcidas o
pájaros sin alas? ¿No es el ser humano como un barco a la deriva, como un perro
sin amo? Sin embargo nada en la naturaleza es más valioso. Me dirijo a quién me
quiera escuchar:¡ Vamos a reciclarnos! Vamos a retomar con nuestro actuar, lo
que de valioso hay en cada uno. Percibo hambre no solo de pan, sino de cariño;
percibo no solo pobreza, sino hastío de bienestar material; percibo desdicha
cuando podríamos ser y dar algo más profundo; percibo tristeza cuando no
resultaría tan difícil la sonrisa; percibo vacío interior por no querer reconocer
un más allá que colmaría nuestras ansias espirituales.
En la fe cristiana argumentos y razones sólidas en las que basar la vida.
ResponderEliminargracias por tu participación
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