La Encuesta de Población Activa (EPA) se ha pronunciado sobre algo que por otro lado es evidente y se puede intuir: Los universitarios son los que menos están sufriendo la pérdida de empleo durante la crisis y las personas menos formadas sufren mayor inestabilidad laboral. No hacía falta ni perder el tiempo en estudiarlo. Pudiendo contratar a gente más preparada sería absurdo no hacerlo, implicaría poca preparación por parte de la parte contratante.
Es posible, en algunos casos evidentemente, que parte del problema sea que la parte contratada no haya aprovechado todas las oportunidades de estudiar, de valorar las oportunidades que ha tenido, de que fácilmente aprendió que ganaba lo mismo haciendo bien las cosas que si las hacía mal. Que el trabajo es pasar unas horas en el curro prescindiendo de la productividad o de la actitud. Que se podía comprar todo, que para eso estaban los plazos. O que yendo a una huelga se hacía fuerte corporativamente y los sindicatos velarían por él.
Que los estudios son gratuitos y que tienen derecho a todo prescindiendo del esfuerzo. Que la culpa siempre es de los que están arriba.
Momento duro para hacer esta reflexión, sin embargo algo podríamos aprender de la eficacia japonesa o en el otro extremo del desastre de los países soviéticos, que también prometieron al pueblo igualdad para todos y, ahí están, aprovechándose unos cuantos privilegiados de lo de todos.
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